El fue torturado y matado en la más cruel manera. Mi corazón estaba roto. Yo Lloraba por él, pero no podía intervenir. Cuán lejos Mis hijos habían caído desde el tiempo cuando Yo creé a Adán y a Eva en Mi propia imagen,
Mi amado hijo, Jesús, en el medio de su más grandes sufrimientos en la cruz, mostró el más profundo e incondicional amor. El los perdonó a ellos, Pidiéndome que Perdonara a quienes lo estaban crucificando a él. Esto fue el más grande amor. En este punto, Satán podía tomar su cuerpo y esto permitio’ que el espíritu de Jesús viniera a Mí.
Con semejante condición, Yo Pude resucitar a Mi Hijo. El ganó sobre Satán y podía comenzar otra vez una nueva dispensación para salvar a toda la humanidad.
Su resurrección no fue física, sino espiritual. El buscó por sus apóstoles otra vez y los trajo a ellos a Jerusalén. Durante sus 40 días antes de ascender al Cielo, él se apareció a sus más cercanos discípulos tratando de reavivarlos en su fe perdida, por causa de su muerte. Finalmente, él vino al mundo espiritual, abriendo las puertas del Paraíso.
Los discípulos se sintieron como huérfanos. Ellos estaban asustados e inseguros. Ellos tenían un padre pero no una madre. Ellos necesitaban ser renacidos en su fe. Ellos esperaron en oración juntos con otras mujeres, María, la madre de Jesús y sus hermanos.
Finalmente, el Espíritu Santo vino en forma de lenguas de fuego sobre cada uno de ellos.
Centrados en Mí, Jesús como Padre y el Espíritu Santo como Madre, los discípulos pudieron encontrar sus padres espirituales y esparcir las buenas nuevas por todo el mundo, preparando a la humanidad para recibir al señor venidero en el modo apropiado.